Jóvenes Guadalupe

Objetivo: Somos un grupo de jóvenes entre los 18 a 30 años [aprox]. Tenemos 2 modalidades de encuentros:
– Encuentros de formación, oración y comunidad: son encuentros en los que compartimos dinámicas, charlas grupales y en grupos, cuyo objetivo es, por un lado, conocer más a Jesús y su Palabra, y por el otro, formar comunidad jóven que se apoye mutuamente en el camino de la fe.
– Encuentros de misión: vamos a compartir a ese Jesús que empezamos a descubrir en los encuentros y que llevamos a nuestra vida, con los más necesitados [visita a enfermos, tardes de caridad repartiendo comida, etc.]

Reunión: Todos los domingos de 18 a 20 hs en el Colegio Guadalupe y compartimos misa de 20hs en la parroquia todos juntos

Contacto: Sofi Paletta 11 3889-4720 Mechi Andrade 11 5489-5112
Redes sociales: Instagram @jovenesguadalupe

JUBILEO DE LA ESPERANZA

CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

A S.E. MONS. RINO FISICHELLA PARA EL JUBILEO 2025

 

Al querido hermano

Monseñor Rino Fisichella

Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización

El Jubileo ha sido siempre un acontecimiento de gran importancia espiritual, eclesial y social en la vida de la Iglesia. Desde que Bonifacio VIII instituyó el primer Año Santo en 1300 —con cadencia de cien años, que después pasó a ser según el modelo bíblico, de cincuenta años y ulteriormente fijado en veinticinco—, el pueblo fiel de Dios ha vivido esta celebración como un don especial de gracia, caracterizado por el perdón de los pecados y, en particular, por la indulgencia, expresión plena de la misericordia de Dios. Los fieles, generalmente al final de una larga peregrinación, acceden al tesoro espiritual de la Iglesia atravesando la Puerta Santa y venerando las reliquias de los Apóstoles Pedro y Pablo conservadas en las basílicas romanas. Millones y millones de peregrinos han acudido a estos lugares santos a lo largo de los siglos, dando testimonio vivo de su fe perdurable.

 

El Gran Jubileo del año 2000 introdujo la Iglesia en el tercer milenio de su historia. San Juan Pablo II lo había esperado y deseado tanto, con la esperanza de que todos los cristianos, superadas sus divisiones históricas, pudieran celebrar juntos los dos mil años del nacimiento de Jesucristo, Salvador de la humanidad. Ahora que nos acercamos a los primeros veinticinco años del siglo XXI, estamos llamados a poner en marcha una preparación que permita al pueblo cristiano vivir el Año Santo en todo su significado pastoral. En este sentido una etapa importante ha sido el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que nos ha permitido redescubrir toda la fuerza y la ternura del amor misericordioso del Padre, para que a su vez podamos ser sus testigos.

 

Sin embargo, en los dos últimos años no ha habido país que no haya sido afectado por la inesperada epidemia que, además de hacernos ver el drama de morir en soledad, la incertidumbre y la fugacidad de la existencia, ha cambiado también nuestro estilo de vida. Como cristianos, hemos pasado juntos con nuestros hermanos y hermanas los mismos sufrimientos y limitaciones. Nuestras iglesias han sido cerradas, así como las escuelas, fábricas, oficinas, tiendas y espacios recreativos. Todos hemos visto limitadas algunas libertades y la pandemia, además del dolor, ha despertado a veces la duda, el miedo y el desconcierto en nuestras almas. Los hombres y mujeres de ciencia, con gran rapidez, han encontrado un primer remedio que permite poco a poco volver a la vida cotidiana. Confiamos plenamente en que la epidemia pueda ser superada y el mundo recupere sus ritmos de relaciones personales y de vida social. Esto será más fácil de alcanzar en la medida en que se actúe de forma solidaria, para que las poblaciones más desfavorecidas no queden desatendidas, sino que se pueda compartir con todos los descubrimientos de la ciencia y los medicamentos necesarios.

 

Debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras. El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente. Por esa razón elegí el lema Peregrinos de la Esperanza. Todo esto será posible si somos capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la tragedia de la pobreza galopante que impide a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños vivir de manera humanamente digna. Pienso especialmente en los numerosos refugiados que se ven obligados a abandonar sus tierras. Ojalá que las voces de los pobres sean escuchadas en este tiempo de preparación al Jubileo que, según el mandato bíblico, devuelve a cada uno el acceso a los frutos de la tierra: «podrán comer todo lo que la tierra produzca durante su descanso, tú, tu esclavo, tu esclava y tu jornalero, así como el huésped que resida contigo; y también el ganado y los animales que estén en la tierra, podrán comer todos sus productos» (Lv 25,6-7).

 

Por lo tanto, la dimensión espiritual del Jubileo, que nos invita a la conversión, debe unirse a estos aspectos fundamentales de la vida social, para formar un conjunto coherente. Sintiéndonos todos peregrinos en la tierra en la que el Señor nos ha puesto para que la cultivemos y la cuidemos (cf. Gn 2,15), no descuidemos, a lo largo del camino, la contemplación de la belleza de la creación y el cuidado de nuestra casa común. Espero que el próximo Año Jubilar se celebre y se viva también con esta intención. De hecho, un número cada vez mayor de personas, incluidos muchos jóvenes y adolescentes, reconocen que el cuidado de la creación es expresión esencial de la fe en Dios y de la obediencia a su voluntad.

 

Le confío a Usted, querido hermano, la responsabilidad de encontrar las maneras apropiadas para que el Año Santo se prepare y se celebre con fe intensa, esperanza viva y caridad operante. El Dicasterio que promueve la nueva evangelización sabrá hacer de este momento de gracia una etapa significativa para la pastoral de las Iglesias particulares, tanto latinas como orientales, que en estos años están llamadas a intensificar su compromiso sinodal. En esta perspectiva, la peregrinación hacia el Jubileo podrá fortificar y manifestar el camino común que la Iglesia está llamada a recorrer para ser cada vez más claramente signo e instrumento de unidad en la armonía de la diversidad. Será importante ayudar a redescubrir las exigencias de la llamada universal a la participación responsable, con la valorización de los carismas y ministerios que el Espíritu Santo no cesa de conceder para la edificación de la única Iglesia. Las cuatro Constituciones del Concilio Ecuménico Vaticano II, junto con el Magisterio de estos decenios, seguirán orientando y guiando al santo pueblo de Dios, para que progrese en la misión de llevar el gozoso anuncio del Evangelio a todos.

 

Según la costumbre, la Bula de convocación, que será publicada en su momento, contendrá las indicaciones necesarias para la celebración del Jubileo de 2025. En este tiempo de preparación, me alegra pensar que el año 2024, que precede al acontecimiento del Jubileo, pueda dedicarse a una gran “sinfonía” de oración; ante todo, para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo. Oración, para agradecer a Dios los múltiples dones de su amor por nosotros y alabar su obra en la creación, que nos compromete a respetarla y a actuar de forma concreta y responsable para salvaguardarla. Oración como voz “de un solo corazón y una sola alma” (cf. Hch 4,32) que se traduce en ser solidarios y en compartir el pan de cada día. Oración que permite a cada hombre y mujer de este mundo dirigirse al único Dios, para expresarle lo que tienen en el secreto del corazón. Oración como vía maestra hacia la santidad, que nos lleva a vivir la contemplación en la acción. En definitiva, un año intenso de oración, en el que los corazones se puedan abrir para recibir la abundancia de la gracia, haciendo del “Padre Nuestro”, la oración que Jesús nos enseñó, el programa de vida de cada uno de sus discípulos.

 

Pido a la Virgen María que acompañe a la Iglesia en el camino de preparación al acontecimiento de gracia del Jubileo, y con gratitud le envío cordialmente, a Usted y a sus colaboradores, mi Bendición.

 Roma, Basílica de San Juan de Letrán, 11 de febrero de 2022, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes.

FRANCISCO

Año jubilar del 150 aniversario de la fundación de la SVD

Mensaje de la inauguración 

Queridos cohermanos y hermanas, laicos asociados, amigos, bienhechores y colaboradores. ¡Que la Paz esté con cada uno de ustedes!

Hemos llegado al umbral del jubileo de la fundación de nuestra querida Congregación del Verbo Divino. Son ciento cincuenta años de vida y misión, reuniendo a hombres de todas partes del mundo y enviándolos a todos los pueblos. El Espíritu Santo ha estado apoyando esta obra que fue encomendada a San Arnoldo Janssen, pero también a quienes nos precedieron en la misión y a nosotros, en el momento presente. El jubileo es un hito para evaluar, celebrar y comprometerse. En términos bíblicos, podemos hablar de tres aspectos esenciales de este año que garantizan una sociedad justa y equilibrada: el perdón, la restauración y la restitución de la dignidad. En otras palabras, el año del jubileo debe recrear las relaciones que se han vuelto injustas y desiguales.

EVALUAR: Nosotros no caminamos solos. San Arnaldo contó desde el principio con la colaboración de hombres y mujeres que creyeron en esta obra y también con los que aquí llamo compañeros primerizos, jóvenes y mujeres dispuestos a dar su vida por la misión. Laicos y benefactores brindaron el apoyo necesario para la inauguración de la casa misionera en Steyl. Somos conscientes de que donde brilla la luz, también aparecen sombras. Evaluar nuestra historia significa reconocer estas luces y sombras en nuestro camino, entre nosotros y con nuestros compañeros.

La evaluación requiere sinceridad y coraje. Necesitamos estar abiertos a la reconciliación con nuestro pasado para que pueda suceder una nueva historia. Cuando sea necesario debemos pedir y recibir perdón. El perdón es parte del proceso de curación de nuestras heridas y de las heridas que hemos causado.

En este momento, aunque una mirada a las estadísticas y a las grandes obras nos dará una idea de lo que se ha hecho a lo largo de los años, creo que es mucho más valioso reflexionar sobre las relaciones que hemos ido construyendo a lo largo del tiempo. ¿Eran relaciones de servicio o de poder? ¿Empoderamiento o sumisión? ¿Colaboración o explotación? No podemos llegar al gran acontecimiento del 150 aniversario de nuestra fundación sin este repaso de vida.

CELEBRAR: Con la apertura del Año Jubilar, en Steyl, este 8 de septiembre y que culminará en el 2025 aquí en Roma, marcamos a nivel congregacional un gran evento que debe inspirarnos a todos. Pero la celebración del jubileo no se limita a las actividades promovidas por el generalato. Cada comunidad, distrito, provincia-región-misión debe hacer que este momento sea significativo en la vida de cada SVD y de nuestros socios en la misión.

Celebramos la alegría de ser quienes somos: hombres consagrados a la misión, reunidos en comunidades interculturales. Anunciamos el Verbo Divino y asumimos Su vida y misión como nuestras. Montamos nuestra tienda en lugares donde el Evangelio no ha sido conocido o aún no es vivido. Buscamos dialogar con todos, convertirnos en uno con las personas y poner en primer lugar a los vulnerables, los pobres y los que sufren. En esta fiesta debe haber espacio para todos, no podemos hacer distinciones y nadie debe quedar fuera.

COMPROMISO: El tercer elemento de nuestra celebración jubilar debe ser el compromiso. Aquí no podemos pensar en un orden cronológico, donde primero celebramos el perdón, luego celebramos nuestro cumpleaño y finalmente nos comprometemos. ¡No es así! Cada paso y cada pequeño gesto durante este año jubilar nos pide un compromiso renovado.

Propongo que el primer compromiso sea la búsqueda de la voluntad de Dios. El Papa Francisco dijo a los miembros del Capítulo General en junio pasado que «muy a menudo, en situaciones confusas, el Espíritu hace avanzar a la Iglesia». El Espíritu Santo nos inquieta y nos lleva a lugares inesperados. En la era cambiante en la que vivimos, tenemos el desafío de ser creativos y mantener nuestra fidelidad.

El Espíritu Santo que obró en Arnaldo Janssen y llenó los corazones de sus compañeros y colaboradores debe ser el protagonista de este año jubilar. Él es el «Padre de nuestra Congregación», como afirmó el propio San Arnoldo. Nos corresponde a nosotros abrirnos al discernimiento y preguntarnos: Señor, ¿qué quieres de nosotros? ¿A dónde nos llevas en este momento de la historia?

Hermanos y hermanas, siguiendo la inspiración del último Capítulo General, tomamos la imagen de la Luz y queremos hacerla brillar con nuestro testimonio. Él, el Cristo, es la luz de las naciones. Dondequiera que seamos enviados, debemos reflejar esta luz para que desaparezcan las tinieblas de la indiferencia, la intolerancia y el pecado. Hagamos de este Año Jubilar un verdadero tiempo de gracia y de oportunidades. Lo que seremos mañana, el Espíritu Santo ya lo está preparando hoy. Seamos dóciles a este movimiento que nos involucra y nos lleva a aguas más profundas. Les deseo a cada uno de ustedes una feliz fiesta y una profunda celebración de este Año Jubilar. Muchas gracias.

Anselmo Ricardo Ribeiro, SVD
Padre Superior General de la Congregación del Verbo Divino