ADVIENTO, tiempo de espera…

… en la promesa de Dios por P. Marcelo Cattáneo

“Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7)

Iniciamos el tiempo litúrgico de Adviento en una atmósfera nacional y mundial estéril de esperanzas y al mismo tiempo

prometedora de vida.

Mientras que la esterilidad es provocada, la vida no puede controlarse. Las mismas prácticas sociales, las sempiternas

medidas político-económicas y la agobiante situación de atropellos, inseguridad y falta de trabajo, son contrarrestadas por una creciente ola de gestos solidarios, de personas y organizaciones no-gubernamentales que responden a otros criterios ajenos a la lógica del mercado y del propio interés egoísta.

Nuestra Iglesia está haciendo su parte. Si bien aún reinan estructuras y modelos eclesiales que no quieren descansar en las páginas de la historia, nuestras comunidades ejercen un protagonismo casi anónimo y, por eso mismo, tremendamente significativo.

Es el adviento de tiempos nuevos, en medio de un ciclo que no acaba de cerrarse; es la alborada de un día nuevo, aún cuando la oscuridad no quiera dar paso a la luz; es el renacer de la esperanza en un mundo más humano, sabiendo que nos cuesta sudor y lágrimas construir el día a día.

Ante la inercia casi programada y establecida, respondemos con la acción concreta. No escucharán nuestros reclamos, pero tampoco podrán quitarnos la libertad de movernos como personas socialmente comprometidas. Los numerosos discursos y diagnósticos pretenden confundirnos y ensordecernos, mientras que Dios nos llama a retomar el camino de la filiación como camino a una vida plena.

Dios nos engendra como hijos en su Hijo.

Sabernos hijos de Dios es reconocernos hermanos unos de otros.

Ojalá este sea el mejor camino para construir un clima navideño… ¿Lo hacemos juntos?

ADVIENTO1

ORACIÓN

Cuando Tú vienes a nuestra vida, Señor, todo se ilumina.

Queremos que tu venida, Señor, nos encuentre preparados y actuantes.

Enséñanos a velar activamente a favor de la verdad y la transparencia.

Cuando Tú vienes a nuestra casa, Señor, la llenas de tu presencia.

Queremos que tu venida, Señor, nos regale la sorpresa de una vida siempre renovada.

Enséñanos a convertir nuestro interior en un hogar acogedor para los demás.

Cuando Tú vienes a nuestra familia, Señor, nos sabemos cercanos.

Queremos que tu venida, Señor, nos incline al servicio de la vida para todos.

Enséñanos la gracia del servicio y de la entrega para atender a los últimos.

Cuando Tú vienes a nuestra comunidad, Señor, crecemos en fraternidad.

Queremos que tu venida, Señor, nos convierta en palabra de vida hecha carne, hecha realidad.

Enséñanos a creer en tu evangelio, a proclamar su mensaje y a vivir sus valores.

Cuando Tú vienes a nuestra realidad, Señor, sentimos seguridad en nuestros pasos.

Queremos que tu venida, Señor, nos aliente a propagar la buena noticia de un mundo mejor.

Enséñanos el camino de la justicia, de la unidad y de la paz.

Amén.