Mes de las Misiones

MISIÓN,  es ante todo un encuentro con el otro y, al mismo tiempo, con Jesús vivo y presente en los demás y en mí.

Es llevar y compartir el mensaje de Jesús para que trascienda en cada mujer, en cada hombre.
Es salir de nosotros mismos e ir al encuentro con  ese alguien real, concreto, conocido o desconocido.
El Papa Francisco, en “EvangelIi Gaudium” busca hacernos redescubrir cuestiones esenciales de nuestro ser cristianos:

“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.[i]

Y nos impulsa con renovada fuerza “a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría.

Se trata –en palabras de su predecesor Benedicto XVI– de “que la Iglesia renueve el entusiasmo de creer en Jesucristo; reavive la alegría de caminar por el camino que nos ha indicado; y testimonie de modo concreto la fuerza transformadora de la fe”[ii]. Entusiasmo de creer, alegría de vivir, testimonio de la fuerza de la fe. Fe que se hace vida, y así también testimonio. Porque “en la medida en que nos alimentamos de Cristo y estamos enamorados de él, sentimos también dentro de nosotros el estímulo de llevar a los demás a él, pues no podemos guardar para nosotros la alegría de la fe; debemos transmitirla”.[iii]

Dios hace de sus discípulos, apóstoles: quien es alcanzado por la gracia de Dios no sólo es salvado, sino que también se convierte en un instrumento de Dios que contagia la fe, esperanza y amor que ha recibido.

Ese contagio se realiza por el testimonio –todos ven cómo la gracia transforma a una persona, y ven su alegría y la palabra que ilustra lo que los demás ven, y da razón de la propia esperanza –los motivos que lo llevan vivir como vive.

Vivir y comunicar ese amor en nuestra comunidad, es servicio y también, un compromiso.

Cada uno de nosotros  como María, José, los pescadores de Galilea, los discípulos estamos llamados a ser Iglesia y compartir la esperanza  en Jesús con todos, en especial con los humildes, los sencillos, los pobres, los marginados, los sin voz, los que están cansados y oprimido

Si queremos transmitir nuestra fe en Jesucristo, tenemos que contar con un principio metodológico fundamental: que la forma de transmisión sea coherente con el contenido.

La fe cristiana es una cuestión de amor de Dios, salvación, misericordia, plenitud, vida eterna, esperanza, etc. Se trasmite algo que es fundamentalmente amor, verdad, bien; por tanto el medio transmisor debe participar de estos valores.

Se comprende así que la alegría y el entusiasmo forman parte esencial de la transmisión de la fe. No se debería hablar de Dios y de la propia fe sin alegría y sin entusiasmo. Y esto, no por motivos de marketing, sino por esencia: no es una teoría, es una vida de comunión con Dios, que llena la vida.

De manera que habrá que excluir todo lo que contradiga el mensaje: ira, faltas de caridad, enojos, agresividad, crítica, envidia, ofensas, mentiras, discusiones, vanidad, soberbia, etc.

Si se pretende que otra persona entienda el cristianismo, tiene que ver lo que se le explica en quien se lo explica, tiene que ver lo que oye. Lo contrario, sería como pretender  trasladar agua en un colador…

Tal vez… sea oportuno reflexionar sobre:

–                     ¿Cuál es mi misión?

–                     ¿Tendré que empezar la misión, primero en mi corazón, para después transmitírsela a los otros?

–                     ¿Qué necesito yo para estar bien con mi vida y para que la expresión de la alegría venga de una sincera convicción?

–                     ¿Qué necesita mi familia, mi trabajo, mi profesión, mis amistades, mi comunidad para que descubran y reconozcan a Jesús en sus vidas?

Meditar en ello… seguramente nos genere respuestas que se transformen en nuevas acciones, nuevos encuentros, buenas obras que nos permitan hacer misión en nuestro entorno.

Misionar no es propaganda: no nos mueve el afán de popularidad, de conseguir más adeptos. No nos mueve la soberbia de querer que nos den la razón. Nos mueve  el amor, el deseo de que todos encuentren a Dios y, con Él, el sentido de su vida y de esa manera caminar hacia a la plenitud personal, la santidad.

El Papa Juan Pablo II en su visita a la Argentina ya nos decía:” La fe de una Iglesia que no transforma la cultura de su país en valores cristianos no es una fe sumamente madura”.

Dios te ha enviado a este mundo para cumplir una tarea, ya sea pequeña o grande, fácil o difícil…

Desde tu lugar, nuestro lugar ojalá “hagas y concretes tu misión” en la Vida, en la Iglesia y en la Humanidad.

Para algunos,  su misión será “ad gentes”: en  lugares y con personas que aún no conozcan el Evangelio… Para otros, en nuestros ambientes diarios como laicos descubriendo nuevos espacios, construyendo desde el amor, transformando los valores del trabajo, de los vínculos con las personas que nos rodean (familia , amigos , vecinos , compañeros de trabajo, etc.) ; otros, en el compromiso renovado al sacerdocio y a la vida consagrada.

Cada uno es mensajero de Jesús.

Hagamos juntos de cada uno de nuestros ambientes, una verdadera misión y 

de nuestra comunidad, un lugar digno, bello y alegre para vivir entre

hermanos que somos.

                                                                                              Equipo de Medios

 

[i]Papa Francisco, ex. Ap. Evangelii Gaudium, n. 1.
[ii]Benedicto XVI, Audiencia General (17.10.12).
[iii]Benedicto XVI a los participantes en la Asamblea Eclesial de la Diócesis de Roma (5.6.06).