“CONVOCADOS A GALILEA”…

Lo mismo que a las mujeres que fueron al sepulcro al amanecer, la Pascua nos desborda con su absoluta novedad. Hemos madrugado pero el sol se nos ha anticipado; nos preguntábamos cómo moveríamos una piedra tan grande y la piedra está ya corrida; llevábamos perfumes para embalsamar un cadáver, pero la tumba está vacía; buscábamos a un Crucificado y nos anuncian a un Viviente.

Los lugares cerrados se han convertido en un espacio abierto que debemos abandonar y no volver a rondar nunca más: es en Galilea donde él nos precede. La misión que se nos confía no está condicionada por situaciones, edades o procedencias: recibimos un torrente de esperanza que sumerge cualquier nostalgia por las pérdidas y cualquier añoranza de tiempos y lugares ya pasados: estamos ante un acontecimiento nuevo e inesperado que sobrepasaba todas nuestras capacidades.

Discípulos y seguidores del Señor resucitado, escuchamos el mismo anuncio que las  mujeres recibieron antes que nosotros: “Jesús el crucificado, ha sido puesto en pie y nos precede en Galilea”.

Estamos en el primer día de la semana y ante nosotros se abre un camino nuevo. Vamos a recorrerlo sin miedo, conscientes de nuestra fragilidad y de la desproporción entre las fuerzas de que disponemos y nuestro de llevar a otros la luz que hemos recibido en la Vigilia pascual. El Evangelio nos anuncia la buena noticia: el Viviente sale a nuestro encuentro, nos inunda con su alegría, nos envía a consolar a su pueblo, va siempre delante de nosotras. Galilea es la encrucijada de todos nuestros caminos.

Hna. Dolores Aleixandre -RSCJ-

Fuente : Espirutualidad Cotidiana
http://espiritualidad-cotidiana.blogspot.com.ar/
Evangelio según San Juan 20,1-9. 
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. 
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». 
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. 
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. 
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. 
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, 
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. 
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. 
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

miercoles santo

…Ay de aquel por quien será entregado…

Lectura del libro del profeta Isaías 50, 4-9a
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí!
Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?
Palabra de Dios.

SALMO Sal 68, 8-10. 21-22. 31 y 33-34 (R.: 14c y b)

R. En el momento favorable, respóndeme, Dios mío, por tu gran amor.

Por ti he soportado afrentas
y la vergüenza cubrió mi rostro;
me convertí en un extraño para mis hermanos,
fui un extranjero para los hijos de mi madre:
porque el celo de tu Casa me devora,
y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian. R.

La vergüenza me destroza el corazón,
y no tengo remedio.
Espero compasión y no la encuentro,
en vano busco un consuelo:
pusieron veneno en mi comida,
y cuando tuve sed me dieron vinagre. R.

Así alabaré con cantos el nombre de Dios,
y proclamaré su grandeza dando gracias;
que lo vean los humildes y se alegren,
que vivan los que buscan al Señor:
porque el Señor escucha a los pobres
y no desprecia a sus cautivos. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25

Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos
sacerdotes y les dijo: « ¿Cuánto me darán si se lo entrego?» Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: « ¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?»
El respondió: «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: “El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”.»
Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará.»
Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: « ¿Seré yo, Señor?»
El respondió: «El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!»
Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: « ¿Seré yo, Maestro?»
«Tú lo has dicho», le respondió Jesús.

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Hoy, miércoles santo, leemos el tercer canto del Siervo. Sigue la descripción de la misión del Siervo, pero con una carga cada vez más fuerte de oposición y contradicciones. La misión que le encomienda Dios es: saber decir una palabra de aliento al abatido. Pero antes de hablar, antes de usar esa lengua de iniciado, Dios le despierta el oído para que escuche.
También aquí triunfa la confianza en la ayuda de Dios, y con un diálogo muy vivo muestra su decisión de seguir adelante.
***
La comunidad cristiana vio a Jesús descrito en esos cantos del Siervo. Su entrega hasta la muerte no es inútil: así cumple la misión que Dios le ha encomendado, al solidarizarse con toda la humanidad y su pecado.
En el evangelio, leemos la traición de Judas según Mateo. Precisamente cuando Jesús quiere celebrar la Pascua de despedida con los suyos, como signo entrañable de amistad y comunión, uno de ellos ya ha concertado la traición por treinta monedas, que es el precio de un esclavo.
Sin dejar de pensar en lo que se acerca, Jesús ha previsto esta comida de Pascua con sus discípulos, porque su tiempo está próximo. No es una comida improvisada al azar: será una “comida pascual” evocando toda la tradición judía. El pan sin levadura, evocaba la salida rápida de Egipto, en la que no hubo tiempo de dejar fermentar la masa: comida festiva cantando una liberación.
En medio de este gesto religioso de profunda amistad, Jesús toma la iniciativa, y anuncia la presencia de las sombras de la traición. Esto provoca en los discípulos tristeza e inseguridad. La entrega y donación absolutamente gratuita de Dios y de su Hijo, se pagan con una entrega traicionera, con una venta por un precio absurdo que desvaloriza el don. Es la codicia la que se presenta como el motor capaz de querer frustrar el querer del Dios de la vida. Lo traicionará aquel que coma de su mismo plato.
Jesús hace un gesto “de comunión”: para un hebreo, tender a alguien el plato, es hacer un gesto simbólico de amistad. De parte de Jesús, permanece su ofrecimiento de amistad. Jesús coloca a Judas ante su responsabilidad. Es Judas el que se condena al rechazar el cariño de su amigo. Jesús estaba habituado a “comer con los pecadores”, y esta tarde, no ha rechazado a un pecador… es Judas quien lo ha rechazado.
Él, como el resto de los apóstoles, esperaba de Jesús la instauración del Reino de Dios, en este mundo; y soñaba, al igual que los hijos del Zebedeo, ocupar un puesto de prestigio. Creía que se trataba de un reino como los de este mundo y lo seguirá buscando a su manera. El demonio tienta a querer cosas buenas, pero por el camino inadecuado. Pecado es procurar conseguir cosas buenas por camino equivocado.
No era más interesado o pecador que el resto de los Doce, todos acabaron abandonando a Jesús o negándolo. Ninguno de ellos había experimentado todavía la conversión que provoca el amor.
Toda traición siempre dice relación a un amor, a un vínculo, a un proyecto. En la medida que no respondemos al amor actuamos en dirección opuesta. En la medida que no cuidamos un vínculo, nos desvinculamos. En la medida que no estamos de acuerdo con el proyecto en el que estábamos comprometidos la traición se presenta en el horizonte. El seguimiento de Jesús es por un amor que crea un vínculo y que nos hace comulgar en un proyecto.
Un discípulo sin la fuerza y la pasión del amor, sin la fidelidad del vínculo y sin la claridad que exige asumir el proyecto de Jesús, será una mina de traiciones, desilusiones y amarguras. Aunque justifiquemos la traición, frente a ella nuestra alma quedará siempre herida.
El proyecto de Jesús está sometido a la libertad de nuestras opciones. Dios no puede ni quiere tocar nuestra libertad y acepta la posibilidad de nuestro rechazo.
La libertad siempre se ilumina y cobra verdad desde el amor. Junto a la libertad de entregar, de traicionar aparece la libertad de entregarse, de darse, que sólo se da en la perspectiva del amor.
Junto a la libertad humana, también se nos muestra la libertad de Dios: su omnipotencia, que es amor que se entrega desde su propio Hijo para que no seamos determinados para siempre por el pecado. Valorar este amor gratuito, conocerlo en profundidad y confiarnos en él hacen crecer en nuestra vida, un amor que supere la tentación de la traición y que sea capaz de levantarse arrepentido y confiado aún cuando se haya defraudado el amor de Aquel que nos amó hasta el fin.
Cada Eucaristía, es también una comida en la que Jesús nos ofrece la comunión con El. Cada misa es un gesto de Jesús hacia los pecadores que somos nosotros, siempre que no nos excluyamos nosotros al rechazar su amor.

PARA DISCERNIR

¿Cómo se sigue repitiendo hoy la traición de Judas?
¿Cómo me preparo para comenzar mañana la celebración de la Pascua?
¿Qué me falta hacer?
¿Qué me invita a revisar este texto en mi relación con Jesús?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DIA

..Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?…

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…Judas aparece como el protagonista de la liturgia de los tres primeros días de la Semana Santa: el Evangelio siempre habla de él. Y Judas está presente también en el cenáculo.
La presencia de Judas en medio de los doce, en torno a la mesa de Jesús, es, indudablemente, el hecho más inquietante entre los hechos, todos inquietantes, que se condensan en vísperas de la pasión del Señor. Es la presencia del enemigo entre los amigos, del que golpea en el momento y lugar en que se precisa la confianza, porque nadie puede ya defenderse con ninguno.
Jesús no ignora esta presencia, no la pasa por alto; pero, a la vez, no descubre a Judas, no le acusa, no discute con él, no trata de defenderse. No calla a propósito de dicha presencia, para hacerse también presente a él hasta el final. Los doce, sin embargo, tratan de descubrir quién es el que de ellos miente: y en esta tentativa sucumben y caen en la antigua ley de la sospecha recíproca generalizada, de la acusación, de la división. De aquí nace siempre la crisis de la relación fraterna y de comunión: del temor de ser traicionados, del temor de que otro se aproveche, de la pretensión imposible de poner a prueba y verificar las intenciones del otro. No existe otra manera de vencer al traidor que entregarse en sus manos y poner en manos de Dios la propia causa. Pensemos en cuántas desavenencias, cuántas ofensas, cuántas prepotencias, se esconden en nuestra vida por la sospecha. Para sentarse en torno a la mesa de Jesús es preciso fiarse uno de otro sin pensar en el precio que puede costar esta confianza…

G. Angelini, Los amó hasta el fin, Milán 1981, 40s.

PARA REZAR

Desde lo profundo de la incomprensión,
clamamos a ti, oh Dios.
Con la mirada puesta en las secuelas del odio y la intolerancia,
buscamos tu rostro, Señor.
Desde el dolor por las vidas inocentes que cada día son aniquiladas
por la violencia y la injusticia en sus diversas formas,
venimos a ti, nuestro Señor.
Y esperamos que tu misericordia sea con tus hijos y con tus hijas,
especialmente allí donde los mercaderes de la muerte
han sembrado hoy su cotidiana semilla de horror.
Clamamos por las víctimas de los terrorismos,
los más evidentes y los más sutiles,
que desconocen el valor de la vida que Tú nos regalaste.
Rogamos por aquellas personas cuyo horizonte se ha ensombrecido
como consecuencia de estos actos violentos,
que te desconocen como creador y sustentador de la vida.
Oramos para que la paz y la justicia se abracen y se besen de una vez,
poniendo fin a tanta barbarie y a tanto dolor sin sentido.
Desde lo profundo de nuestra incomprensión
sólo podemos esperar en ti, oh Dios,
confiando y creyendo que, finalmente,
la vida podrá más que la muerte,
el amor más que el odio,
la paz más que la violencia,
la comprensión más que la intolerancia…
Conmovidos por el absurdo,
seguimos esperando que amanezca
el tiempo de la justicia,
el tiempo de la compasión,
el tiempo del encuentro,
el tiempo de la armonía,
el tiempo de la fraternidad,
tu tiempo,
el tiempo del Reino.
Desde lo profundo del alma,
desde un corazón desgarrado,
sólo podemos pedirte, oh Dios,
“Sea tu paz,
bendita y hermanada a la justicia,
que abrace al mundo entero: ten compasión.
Que tu poder,
sustente el testimonio de tu pueblo,
tu Reino venga hoy: Kyrie eleison.”

Gerardo Obermann

martes santo…No cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces…Lectura del libro del profeta Isaías 49, 1-6

¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. El hizo de mi boca una espada afilada, me ocultó a la sombra de su mano; hizo de mí una flecha punzante, me escondió en su aljaba. El me dijo: «Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré.» Pero yo dije: «En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza.» Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. El dice: «Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra.»

Palabra de Dios.

SALMO Sal 70, 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15 y 17 (R.: cf. 15)

R. Mi boca anunciará tu salvación, Señor.

Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca tenga que avergonzarme!
Por tu justicia, líbrame y rescátame,
inclina tu oído hacia mí, y sálvame. R.

Sé para mí una roca protectora,
tú que decidiste venir siempre en mi ayuda,
porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.
¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío! R.

Porque tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad desde mi juventud.
En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;
desde el seno materno fuiste mi protector. R.

Mi boca anunciará incesantemente
tus actos de justicia y salvación,
aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos.
Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud,
y hasta hoy he narrado tus maravillas. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38

Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará.»
Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale a quién se refiere.» El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?»
Jesús le respondió: «Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato.»
Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: «Realiza pronto lo que tienes que hacer.»
Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que hace falta para la fiesta», o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
Después que Judas salió, Jesús dijo: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: “A donde yo voy, ustedes no pueden venir”.»
Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?»
Jesús le respondió: «Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás.»
Pedro le preguntó: « ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.»
Jesús le respondió: « ¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.»

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

El Siervo, en el segundo «canto» de Isaías es llamado por Dios desde el seno de su madre con una elección gratuita para que cumpla su proyecto de salvación.
Dos comparaciones describen al Siervo: será como una espada, porque tendrá una palabra eficaz, y será como una flecha que el arquero guarda en su envoltorio, para lanzarla en el momento oportuno. La misión que Dios le encomienda es, reunir a Israel y ser luz de las naciones
para que la salvación de Dios llegue hasta el confín de la tierra.
En este segundo canto aparece ya la contradicción. El Siervo, no tendrá éxitos fáciles y sufrirá momentos de desánimo. Lo salvará la confianza en Dios. Jesús es el verdadero Siervo, luz para las naciones, el que con su muerte va a reunir a los dispersos, el que va a restaurar y salvar a todos.
***
En el contexto de esas palabras del profeta, se entiende el relato del Evangelio de hoy. Jesús anuncia a los discípulos que uno de ellos lo traicionará. Pero esa traición no será ocasión de muerte sino de vida. La traición será el momento de la glorificación de Jesús.
La intimidad, la traición instantánea y la traición diferida, se dan cita en esta cena que anticipa el final. Judas lo traicionará deliberadamente, participa del alimento del Maestro, pero no comparte su vida, no resiste la fuerza de su mirada. Por eso “sale inmediatamente”. No sabe y no puede responder al amor que recibe.
Pedro también lo traicionará; no ha entendido que quien no se deja amar tampoco puede amar. No comprende el sentido de la muerte de Jesús. Seguir a Jesús no consiste en dar la vida por Él, sino en darla con Él. También sus otros seguidores
traicionarán su confianza huyendo al verlo detenido y clavado en la cruz.
Sin embargo, Jesús traicionado permanece fiel. Abandonado por todos no pierde su confianza en el Padre: «ahora es glorificado el Hijo del Hombre… pronto lo glorificará Dios».
Jesús entre contradicciones muestra que cuando una obra está marcada con la justicia del Padre, éste se encargará de no dejarla morir pese a las amenazas. Es la fe en su Padre lo que lleva a Jesús más allá de la traición y la derrota.
En la iglesia de Jesús, hay que acostumbrarse a vivir con la posibilidad de la traición a Jesús y al evangelio. Pero sobre todo, no nos extrañemos de que la traición esté rondando nuestra propia casa. La traición puede generarse en cada uno de nosotros cuando llegamos a olvidar, lo que motivó cada momento de la vida de Jesús, y lo que lo llevó a la muerte: el amor a todos los hombres.
A nuestra medida, todos llevamos un Judas dentro. Aquél que, suponiendo que está cerca, en realidad está lejos… o muy lejos de Jesús y de su Evangelio. El que, básicamente, traiciona su amistad, su confianza, su misión. El que se vende al mejor postor porque sólo lo busca por interés.
También a nuestra medida, todos llevamos un Pedro dentro. El de las palabras bonitas, pero todavía superficiales. El que se justifica por pertenecer a un grupo, Iglesia, Parroquia, Congregación, Movimiento, Grupo, pero en el fondo no vive el amor por todos los hombres.
Tan cerca y tan lejos, Judas, Pedro y los demás discípulos que lo abandonan; cada uno según su forma representan esa parte de nosotros que aún necesita convertirse. “Era de noche” dice el Evangelio. Y lo sigue siendo cuando vivimos ahí, porque estamos hechos para cosas mayores.
Quien quiera seguir a Jesús, se tendrá que identificar con el amor, pero no un amor de manifestaciones externas que se agotan, sino un amor como principio e identidad de vida, un amor que no se agota y que significa entrega, comprensión.
La clave la da “el discípulo que Jesús amaba”, reclina la cabeza sobre el pecho de Jesús. Es un signo del conocimiento íntimo y profundo, del amor y la entrega, de la necesidad y la confianza. Ante la posibilidad de nuestra fragilidad se nos invita a vivir cerca del corazón de Jesús. Este debe ser también nuestro hogar. Llega la “hora” de Dios, dejémonos empapar de su eterna ternura y veamos toda la realidad, las personas, los acontecimientos, con los ojos y el corazón del siervo, que da su vida por todos y cada uno de los hombres.

PARA DISCERNIR

¿Hasta dónde doy mi vida por el Señor?
¿Pretendo méritos personales que justifiquen mi amistad y el amor de Jesús?
¿Qué significa su pasión?
¿Me dejo salvar por Jesús?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DIA

…Dios entregó a su propio Hijo por todos nosotros…

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…La miseria del hombre consiste en haber traicionado a Dios. Ninguna injusticia humana será de verdad reparada hasta que no se repare esta injusticia con Dios. Nos acusamos unos a otros, y todos somos culpables. Y los más culpables somos nosotros, los cristianos mediocres. Siempre deberemos hacer esta confesión, siempre seremos indignos de Cristo. Pero no es el momento de procesar al hombre cuando Dios agoniza en nuestros corazones.
Ciertamente, hay necesidades materiales que debemos satisfacer hoy, pues hay miserias corporales que no pueden demorarse ni una hora más. Mi intención no es tanto la de atenuar el sentimiento de su urgencia cuanto demostrar que su existencia proviene de nuestro abandono de Dios y que su curación se derivará infaliblemente de nuestro retorno a Dios. Lo que resulta tan grave en la hora presente —y a la vez tan grande— es que todos los problemas conllevan, de manera muy acuciante, una resonancia mística, comprometen el Reino de Dios y nos imponen el deber inexorable de ayudar a Dios crucificado, condenado por nuestro egoísmo y prisionero de su Amor;
compadeciendo su dolor antes de enternecernos por el nuestro, esforzándonos por aliviar la herida que hace derramar sangre a su corazón.
Ahora es el tiempo de salir a su encuentro en el camino doloroso al que las culpas humanas le arrastran martirizando su rostro en el alma pecadora. Es necesario que nuestro corazón se convierta en sacramento del suyo y que ninguno de nuestros hermanos pueda lamentarse de no haber encontrado en nosotros su ternura. Entonces disminuirán el dolor y la sombra que proyecta sobre el rostro del Amor…

M. Zundel, El Evangelio interior, Padua 1991, 54-56.

PARA REZAR

“No me tienes que dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero, te quisiera”.
“¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de vero;
No quieras enviarme
De hoy, ya más mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.

Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo
y todos más me llagan,
y déjanme muriendo,
un no sé qué,
que quedan balbuciendo”.

LUNES SANTO
…Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura…
Lectura del libro del profeta Isaías 42, 1-7Así habla el Señor:
Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones. El no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles. No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley.
Así habla Dios, el Señor, el que creó el cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que ella produce, el que da el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los que caminan por ella.
Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.Palabra de Dios.SALMO Sal 26, 1. 2. 3. 13-14 (R.: 1a)R. El Señor es mi luz y mi salvación.El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré? R.Cuando se alzaron contra mí los malvados
para devorar mi carne,
fueron ellos, mis adversarios y enemigos,
los que tropezaron y cayeron. R.Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no temerá;
aunque estalle una guerra contra mí,
no perderé la confianza. R.Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor. R.EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Juan 12, 1-11Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: « ¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?» Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.
Jesús le respondió: «Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre.»
Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.Palabra del Señor.PARA REFLEXIONAREntramos en la Semana Santa, seis días antes de la Pascua en la cena en Betania. Comienza la cuenta regresiva para la muerte de Jesús. Estamos con Jesús en el lugar “donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos“, conecta lo que acababa de suceder –la experiencia de fe en la resurrección- con la Pasión de Jesús que está por comenzar.
Vamos a hacer un camino desde el amor y la adoración, dejándonos llevar por la imagen de María. Ella tomando la iniciativa, le rinde el homenaje de su cariño: lo unge con perfume de nardo puro, importado, y en abundante cantidad. Su costo de “trescientos denarios“, era el equivalente de trescientos jornales para quien trabaja en el campo. El amor agradecido de María, es un amor que se desborda completamente.
Pero también descubrimos que en este camino, no todo es amor. En el mismo lugar, está Judas Iscariote, que reacciona negativamente frente al gesto desbordante de generosidad de María de Betania. El reproche que hace refleja su incapacidad de ver más allá. Sus motivaciones
ocultas e inconfesadas están signadas por sus propios intereses.
Jesús le dará la correcta interpretación al gesto de María: “Para el día de mi sepultura”. Este es el gesto de fe, de alguien que ha centrado todo en la persona de Jesús y ha entrado en el misterio de su Cruz.
Reafirmará Jesús con la frase “porque pobres siempre tendrán con ustedes”, que no es el gesto de María y la aceptación por su parte no una negativa para el servicio a los pobres, sino precisamente lo contrario. Por la muerte de Jesús, desde los corazones redimidos por Él
se expresará
el amor a los hermanos. La Cruz de Jesús purifica y encamina todo amor. Judas va a contramano de esta propuesta.
Finalmente, entran en escena los sumos sacerdotes, quienes también reaccionan negativamente frente a Jesús, porque muchos judíos se les iban y creían en Jesús.
Judas, es incapaz de abrirse al amor. Los sumos sacerdotes son incapaces de creer, aún frente a la evidencia. Es así como en torno a Jesús, surge el conflicto entre los que aman y buscan la vida, y los que solamente piensan en tramar acusaciones, trampas y muerte.
Frente a la fuerza de la amistad, se revelan también los secretos motivos ocultos de la mezquindad, la superficialidad y la maldad que también habitan en el corazón del hombre.
Este es el pecado: no querer dejarse interpelar, ni llamar, ni transformar por el lenguaje del amor de Jesús.PARA DISCERNIR¿Calculo mi entrega al Señor?
¿En qué le mezquino mi entrega?
¿Dónde no lo dejo llegar?
¿Con cuál de los dos discípulos me identifico más? ¿Por qué?REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DIA…Hagan del amor la norma de su vida, a imitación de Cristo… (Ef 5,2).PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…El ungüento que María extiende es el símbolo de la comunión nupcial con Jesús manifestado por la comunidad cristiana. Celebramos la llamada de nuestras comunidades cristianas, representadas por María de Betania, a la comunión total con Jesús, dador de vida. Es Él quien transforma lo que debería haber sido un banquete fúnebre en memoria de Lázaro en un banquete gozoso. Es Él quien cambia el hedor insoportable de un muerto “de cuatro días” en el perfume que inunda la casa de alegría. Es Él quien contesta a todos los Judas de la tierra, que consideran un despilfarro el ungüento precioso de la intimidad con Dios y oponen los pobres al Señor. Es Él quien
rechaza la “práctica” de los que prefieren la eficiencia del dinero a cualquier éxtasis de amor y reducen maliciosamente a un valor monetario lo que no tiene precio. Es a Él, en resumidas cuentas, a quien debemos buscar en la oración del abandono, en la experiencia contemplativa y en nuestro modo de vivir.
Que el Señor nos libre del error de Judas, que, insensible al perfume de nardo, sólo escucha el tintinear de las monedas, y en vez de percibir el resplandor del aceite, se deja seducir por el brillo del dinero. ¿Cuál es este perfume de ungüento con el que debemos llenar la casa, y cuál es este buen olor de Cristo que debemos difundir por el mundo? El perfume que debe llenar la casa es la comunión. Naturalmente, como el que compró María de Betania, el ungüento de la comunión tiene un precio muy elevado. Y debemos pagarlo sin rebajas, con mucha oración, ya que no se trata de un producto comercial de venta en nuestras perfumerías, ni es fruto de nuestros esfuerzos titánicos. Es un don de Dios que debemos implorar sin cansarnos. Pero lo obtendremos, estoy seguro, y su perfume llenará toda nuestra Iglesia…

Bello, Lenguaje de comunión, Terlizzi 1991, 69-75, passim.

PARA REZAR

Salmo de los dos caminos.

Aquí estoy, Señor Jesús;
mis pasos buscan tus huellas.
La vida y la muerte están ante mí;
el bien y el mal se cruzan en mi corazón
que sin descanso busca, pide y llama.
Quiero dar frutos de paz y bien,
y dejar que las semillas
que has sembrado en mí se abran.
No dejes jamás, Señor,
que se marchiten mis hojas verdes,
ni que el viento las arranque,
una a una, de sus ramas.
Quiero seguir el camino del hombre nuevo,
del hombre que dice sí a la vida
y con tesón la guarda.
Señor Jesús,
contigo se hace el camino suave y ligero,
al llevar entre tú y yo
esta pesada carga.
Quiero ser buen discípulo tuyo,
y aprender de ti, Maestro,
a ser libre como el viento,
en Espíritu, que guía y salva.

jesus_ramos

DOMINGO DE RAMOS

¡HOSANNA AL HIJO DE DAVID!
          Hemos llegado al umbral de la Santa Semana. Tramo a tramo, nos hemos ido aproximando al escenario en donde Otro pagó nuestra cuenta debitada. Nos ponemos también nosotros en esa muchedumbre agolpada en aquel día en torno a la fiesta judía. Ellos y nosotros tenemos, siempre, unas oscuridades que piden ser iluminadas, unas muertes que esperan ser resucitadas. Nosotros estábamos allí. Y lo que allí sucedió entonces, para nosotros sucede hoy. En Jerusalén había la costumbre de dar la bienvenida a los peregrinos que llegaban para celebrar la Pascua con las palabras del Salmo 118: “¡bendito el que viene en el nombre de Yahvéh!”. Jesús no fue la excepción. El envió previamente a dos discípulos para que trajeran un burrito, y a quien extrañado preguntase por qué, debían responder: el Señor lo necesita. Un humilde portador de quien viene como rey en nombre de Dios. La tradición iconográfica muestra más veces a un asno junto a Jesús: en el viaje de Nazaret a Belén cuando María llevaba en su seno al que nacería sin cobijo de posada, en la cueva del nacimiento, y en la huida a Egipto.
            El Señor necesitaba ¡un burrito! Detalle cargado de humanidad y sencillez, contrapuesto a la cabalgadura del poderío. Son las “necesidades” de un Dios que elige siempre lo débil y lo que no cuenta para confundir a los prepotentes (1 Cor 1,26-28), y así se reconocerá en la imagen del Siervo tomando la condición de esclavo, sin hacer alarde de su categoría de Dios (Filp 2,6-11), para poder dar una palabra de aliento a cualquiera que sufra abatimiento (Is 50,4-7).
            Es el estremecedor relato de lo que ha costado nuestra redención. En ese drama está la respuesta de amor extremo de parte de Dios. Nuestra felicidad, el acceso a la gracia, ha tenido un precio: Él ha pagado por nosotros. Debemos situarnos en ese escenario, pues es el nuestro propio, en donde Dios en su Hijo nos obtendrá la condición de hijos ante Él y de hermanos entre nosotros. Es el estupor que experimentaba la mística Angela de Foligno al contemplar la Pasión: “Tú no me has amado en broma”; o el realismo con el que Pablo agradecerá la donación de su Señor: “me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál 2,20). Sin este realismo que personaliza, estaríamos como espectadores ausentes que a lo sumo siguen el desarrollo del proceso de Dios, desde la butaca de la lástima o de la indiferencia. Yo estaba allí, todo fue por mí. Sólo quien reconoce ese por mí adorará al Señor con un corazón agradecido.

+ Jesús Sanz Montes, ofm Obispo de Huesca y de Jaca

Fuente : Espirutualidad Cotidiana
http://espiritualidad-cotidiana.blogspot.com.ar/

Pentecostés,

nos incendia para sentir el Mundo como lo sentía Jesús…

Escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-

Pentecostés nos invita a caer en la cuenta de cómo la acción del Espíritu Santo ha ido creciendo con el tiempo: cuando miramos hacia atrás, nos va siendo más fácil rastrear con agradecimiento sus huellas en nuestra vida y el eco de ese modo suyo de hacernos sentir su presencia que, como sintió Elias en el Horeb, es como «la voz de un silencio tenue» (1Re 19,12).

Pentecostés nos ayuda a entender mejor aquello de San Pablo de que «el Espíritu viene en auxilio de nuestra debilidad» (Rom 8, 26): el más elemental realismo nos va demostrando, no sólo que «no sabemos orar como conviene», sino que ese «no saber» abarca casi todo el resto de los aspectos de nuestra vida. Pero esa constatación que podría apabullarnos, podemos llegar a celebrarla porque nos recuerda que podemos contar con una fuerza que no nos pertenece pero que nos habita y que, a poco que se lo consintamos, se hace cargo de nuestra vida y se encarga de ella bastante mejor de lo que lo haríamos nosotros mismos si nos empeñáramos.

Pentecostés nos sitúa en la órbita del Maestro interior: según va pasando la vida y vamos teniendo experiencias preciosas de amistad, comunicación profunda y acompañamiento espiritual, puede crecernos la convicción de que hay en cada uno de nosotros una zona incomunicable y a la que casi no tenemos acceso ni nosotros mismos, pero que es transparente para el Espíritu que desde ahí enseña, atrae, conduce y mueve. Pero la cosa no va de intimismos porque es una conducción y ya se sabe dónde va a parar: oí contar hace poco que le preguntaron al Abbé Pierre en la TV: ¿Qué es lo más importante para Ud.? y él contestó: Los otros. Esa es la asignatura que enseña siempre el «Maestro interior».

Pentecostés nos incendia para sentir el mundo como lo sentía Jesús, sin permitir que la ausencia prolongada del Señor y el sufrir de tanta gente nos abrumen hasta el punto de apagar nuestra esperanza. Porque en medio de tantas cosas en contra, allí está también el Espíritu a favor nuestro, amigo fiel a nuestro lado para sostener en nosotros ese deseo que nos hace seguir clamando tercamente: «¡Ven Señor Jesús!» (Ap 21,17).

ESPERANDO UN NUEVO PENTECOSTÉS

 

El silencio sonoro 

El cristiano está «de pie» para acoger a Dios, en paciente «silencio» para escuchar la voz y «en salida» para anunciarlo a los demás, con la conciencia de que la fe es siempre «un encuentro». Lo afirmó Papa Francisco en la misa celebrada por la mañana el viernes 10 junio en la capilla de la Casa Santa Marta. Estas tres actitudes, explicó, animan e impulsan la vida de todos aquellos que se sienten vencidos por el miedo en los momentos más difíciles.

«Sabemos que la fe no es una teoría, ni siquiera una ciencia: es un encuentro» dijo Francisco al comienzo de la homilía. La fe «es un encuentro con Dios viviente, con Dios verdadero, con el Creador, con el Señor Jesús, con el Espíritu Santo, es un encuentro». Así, explicó, en la primera lectura tomada del primer libro de Reyes (19, 9.11-16) «habíamos escuchado el encuentro del profeta Elías con Dios». Y «el profeta Elías viene de una larga historia, es un triunfador: ha luchado mucho, mucho por la fe, porque el pueblo de Israel se había alejado de la alianza».

Es más, añadió el Papa, «para usar una palabra del Evangelio, también Jesús lo dice al pueblo de Israel, se había convertido en una “generación adúltera”: por una parte quería adorar a Dios y por otra parte a los ídolos». Y hay «una expresión que el profeta Elías dice al pueblo: “¿hasta cuando cojearéis sobre dos pies?». Usa justo la imagen del «cojear con dos pies: no estar ni con Dios ni con los ídolos, tener una pierna en un lado y la otra en el otro, o como decimos nosotros, en la lengua cotidiana, “esta persona está bien con Dios y con el diablo”».

«Elías —afirmó Francisco— ha luchado contra esta situación del pueblo y ha vencido: ha vencido una lucha fuerte contra cuatrocientos profetas de los ídolos, les ha vencido en el monte Carmelo y ha matado a todos con la fuerza de Dios: él es el vencedor». Sin embargo, después, Elías «bajó del monte y sintió la noticia de que la reina Jezabel, mujer cruel y sin escrúpulos, quería matarlo por esto, porque ella era una idólatra». Entonces Elías «ha tenido miedo». Justamente «él, el vencedor, el grande, ha tenido miedo de aquella mujer y se ha ido: huyó». Un miedo que «le hace sentir mal». Tanto que Elías, continuó el Pontífice, se pregunta el por qué: «he hecho tanto y al final siempre la misma historia: huir y defenderme de los idólatras». Y así parece que él «no ya se recupere: mejor la muerte, y cae en una profunda depresión. Yace sobre la tierra, bajo la sombra de un árbol, y quiere morir; entra en ese sueño antes de la muerte, ese sueño de la depresión».

Pero aquí, afirmó el Papa, «el Señor manda el ángel a despertarlo: “¡levántate! toma un poco de pan y de agua”». Y Elías obedece, pero «continúa durmiendo depués». El ángel «vuelve una segunda vez» invitándole a levantarse de nuevo. Y, una vez levantado, «llega la otra palabra: “¡sal!”». Entonces, hizo notar Francisco «para encontrar a Dios es necesario volver a la situación en la cual el hombre se encontraba en el momento de la creación: de pie y en camino». Porque «así nos ha creado Dios: a su imagen y semejanza, y en camino». Dice efectivamente el Señor: «vete, ve adelante, cultiva la tierra, hazla crecer, y multiplicaos». Y dice también: «sal y vete al monte y detente sobre el Monte ante mi presencia». Aquí refiere el libro de los Reyes —que «Elías se puso de pie y una vez en pie, sale».

En el Evangelio, en particular «en la parábola del hijo pródigo», se encuentra la misma situación. Es la realidad en la cual se encuentra precisamente aquel hijo, «cuando había caído en depresión y miraba a los cerdos comer y él tenía hambre». En aquel momento «pensó en su padre y se dijo así mismo: “me levantaré e iré” para encontrar al padre». Vuelven estas dos palabras: «álzate» y «sal» sugirió Francisco.

Así que Elías, prosiguió el Papa, «subió al monte para encontrar al Señor y he aquí que el Señor pasó». Y ¿cómo pasó el Señor? ¿Cómo pasa el Señor? ¿Cómo puedo encontrar al Señor para estar seguro que es Él?» se preguntó Francisco, releyendo la página del Antiguo Testamento: «Antes que nada, hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh, pero Yahveh no estaba en ese ruido, en esa majestuosidad, no estaba». Y también, «después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh en el temblor. Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego». Elías, afirmó el Pontífice «miraba y esperaba al Señor: mucho ruido, mucha majestuosidad, mucho movimiento y el Señor no estaba ahí». Finalmente «después del fuego, el susurro de una brisa suave o, como aparece precisamente en el original, “el hilo de un silencio sonoro”. Y ahí estaba el Señor».

«Para encontrar al Señor —hizo presente el Papa— es necesario entrar en nosotros mismos y sentir ese “hilo de silencio sonoro”», porque «Él nos habla ahí». Y «¿qué pasa?», se preguntó. La respuesta está en ese «¡Ve!», porque el Señor «nos da la misión» como a Elías: «Anda vuelve por tu camino hacia el desierto y ungirás un rey y a Eliseo como profeta tu sucesor». Para Elías «está la misión» por cumplir.

Y la misión de Elías «sugiere tres cosas claras», dijo el Papa. «Para ir a buscar al Señor, en pie y saliendo de nosotros mismos, en camino», la primera cosa clara es precisamente estar «en pie y en camino». El segundo punto es «tener el valor de esperar ese susurro, ese “hilo de silencio sonoro”, cuando el Señor habla al corazón y nos encontramos». La tercera cosa es la «misión», la invitación a volver sobre los propios pasos para seguir «adelante».

He aquí «el mensaje que este pasaje de la Escritura hoy nos enseña», afirmó Francisco, recordando: «Debemos siempre buscar al Señor: todos nosotros sabemos cómo son los momentos malos, momentos que nos derrumban, momentos sin fe, oscuros, momentos en donde no vemos el horizonte, no somos capaces de levantarnos, todos lo sabemos». Pero «es el Señor que viene, nos reconforta con su pan y con su fuera y nos dice “álzate y sigue adelante, camina”». Por ello, prosiguió el Papa, «Para encontrar al Señor debemos estar así: en pie y en camino; después «esperar que Él nos llame: corazón abierto». Y «Él nos dirá “soy yo”; y ahí la fe se hará fuerte». Pero la fe, añadió Francisco, «¿es para mí, para conservarla? No, es para ir y darla a los demás, para ungir a los demás, para la misión». Por lo tanto, «en pie y en camino; en silencio para encontrar al Señor; y en misión para llevar este mensaje, esta vida a los demás». Precisamente «esta es la vida del cristiano que podemos ver aquí, en este pasaje del primer libro de los Reyes».

El Pontífice, en conclusión, rezó para «que el Señor nos ayude siempre: Él está siempre ahí, para ayudarnos a ponernos de nuevo en pie». Y si también caemos, se debe tener la fuerza para «alzarse» para estar «en camino, no cerrados dentro del egoísmo de nuestra comodidad: ser pacientes, para esperar su voz y el encuentro con Él y también valientes en la misión y llevar a los demás el mensaje del Señor».

PAPA FRANCISCO – MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA  DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Viernes 10 de junio de 2016

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 24, viernes 17 de junio de 2016