¿MISERICORDIA ò EXIGENCIA?

Charla – Coloquio


«Construir un camino hacia una espiritualidad mas humana»


18 de mayo a las 19.30h

En el salón Parroquial – Paraguay  3901

Por el Lic. Marcelo Sinner – Asistencia Psicológica

– actividad no arancelada –

e-mail : psicologos-parroquiaguadalupe@hotmail.com.ar

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Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual:
El Evangelio de la Resurrección de Jesucristo comienza con el ir de las mujeres hacia el sepulcro, temprano en la mañana del día después del sábado. Se dirigen a la tumba, para honrar el cuerpo del Señor, pero la encuentran abierta y vacía. Un ángel  les dice: «Ustedes no teman» (Mt 28,5), y les manda llevar la noticia a los discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va  delante de ustedes a Galilea» (v. 7).
Las mujeres se marcharon a toda prisa y, durante el camino, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «No teman: vayan comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (v. 10).
Después de la muerte del Maestro, los discípulos se habían dispersado; su fe se deshizo, todo parecía que había terminado, derrumbadas las certezas, muertas las esperanzas. Pero entonces, aquel anuncio de las mujeres, aunque increíble, se presentó como un rayo de luz en la oscuridad. La noticia se difundió: Jesús ha resucitado, como había dicho… Y también el mandato de ir a Galilea; las mujeres lo habían oído por dos veces, primero del ángel, después de Jesús mismo: «Que vayan a Galilea; allí me verán».
Galilea es el lugar de la primera llamada, donde todo empezó. Volver allí, volver al lugar de la primera llamada. Jesús pasó por la orilla del lago, mientras los pescadores estaban arreglando las redes. Los llamó, y ellos lo dejaron todo y lo siguieron (cf. Mt 4,18-22). Volver a Galilea quiere decir releer todo a partir de la cruz y de la victoria. Releer todo: la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los entusiasmos y las defecciones, hasta la traición; releer todo a partir del final, que es un nuevo comienzo, de este acto supremo de amor.
También para cada uno de nosotros hay una «Galilea» en el comienzo del camino con Jesús. «Ir a Galilea» tiene un significado bonito, significa para nosotros redescubrir nuestro bautismo como fuente viva, sacar energías nuevas de la raíz de nuestra fe y de nuestra experiencia cristiana. Volver a Galilea significa sobre todo volver allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino.
Con esta chispa puedo encender el fuego para el hoy, para cada día, y llevar calor y luz a mis hermanos y hermanas. Con esta chispa se enciende una alegría humilde, una alegría que no ofende el dolor y la desesperación, una alegría buena y serena.
En la vida del cristiano, después del bautismo, hay también una «Galilea» más existencial: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, que me ha llamado a seguirlo y participar en su misión. En este sentido, volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó por mi camino, me miró con misericordia, me pidió de seguirlo; recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en que me hizo sentir que me amaba.
Hoy, en esta noche, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cuál es mi Galilea? ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado? He andado por caminos y senderos que me la han hecho olvidar. Señor, ayúdame: dime cuál es mi Galilea; sabes, yo quiero volver allí para encontrarte y dejarme abrazar por tu misericordia.
El evangelio de Pascua es claro: es necesario volver allí, para ver a Jesús resucitado, y convertirse en testigos de su resurrección. No es un volver atrás, no es una nostalgia. Es volver al primer amor, para recibir el fuego que Jesús ha encendido en el mundo, y llevarlo a todos, a todos los extremos de la tierra.
«Galilea de los gentiles» (Mt 4,15; Is 8,23): horizonte del Resucitado, horizonte de la Iglesia; deseo intenso de encuentro… ¡Pongámonos en camino!

Agradecidos y Comprometidos

Nuestra vida es un continuo proceso de ciclos o etapas que se abren y se cierran. Nada acontece sin dejarnos una enseñanza, un interrogante, un motivo para agradecer o pedir perdón, una señal de crecimiento o una llamada de atención sobre nuestra propia humanidad. Es oportuno y necesario celebrar el cierre de cada etapa y predisponernos a iniciar una nueva con espíritu renovado. Celebrar es agradecer, internalizar, apropiarse de lo sucedido y redimensionarlo desde un horizonte más amplio de sentido. Finaliza una etapa, pero no la vida; termina un año, pero no la oportunidad de seguir construyendo. Es por eso que la celebración también brinda un espacio para trascender el ayer y el hoy y, así, volcarnos comprometidos en un mañana abierto, desafiante y esperanzador.
La actitud cristiana al finalizar cada año puede resumirse con un ‘GRACIAS, SEÑOR’; y para iniciar un nuevo año, con la oración ‘AQUÍ ESTOY, SEÑOR’.
Agradecidos unos con otros y con Dios, nos postramos ante el Niño Dios, proyecto divino de plenitud humana, y nos comprometemos, unos con otros y con Dios, en seguir construyendo su Reino entre nosotros.

Equipo de Medios
Parroquia Guadalupe

Este sábado tenemos muchos motivos para dar gracias!!!

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Como familia y como comunidad guadalupana, seguimos celebrando la vida. La consagración para la misión es un don y una vocación común a todo bautizado. Cada cual lo encarna en un estilo de vida particular, en un espacio y un tiempo concretos.

Celebrando el don de la vida consagrada, nos unimos a los Misioneros del Verbo Divino en sus 140º aniversario de fundación. En ese mismo marco celebrativo, damos gracias a Dios por la contribución religiosa y cultural de la Editorial Guadalupe en sus 120º aniversario de vida.

Razones más que suficientes para encontrarnos en torno a la celebración eucarística y compartir nuestra acción de gracias a Dios. Lo haremos este sábado 5 de septiembre a las 19:00 hs en nuestra basílica del Espíritu Santo. 

¿PUEDE DIOS HABLAR?

¿Puede Dios escuchar?
¿Podemos nosotros hablar con Dios y escucharlo? ¿Cómo? ¿Con qué medios?
¿Sucedió alguna vez en la historia? ¿Cómo saberlo? ¿Dónde me informo?

En la práctica pastoral hoy, éstas son preguntas que el común de la gente se hace cuando se las invita a ‘escuchar’ o leer la Biblia como Palabra de Dios. En nuestro continente se han hecho buenas experiencias de acercar la Biblia a la gente, de orar con ella, de reflexionar sobre la vida y a partir de la vida. No obstante la insistencia del Concilio Vaticano II de que la Biblia sea Palabra inspiradora y sea incluida en toda tarea pastoral, no siempre se alcanzó este objetivo.

Como Misioneros del Verbo Divino, es decir Misioneros de la Palabra de Dios, nos encontramos involucrados en una tarea para nosotros prioritaria, que es que el pueblo descubra la Biblia como Palabra que quiere salir al encuentro del hombre, cualesquiera sea su realidad actual y en todos los ámbitos en que se desenvuelve, llamándolo a un diálogo como amigo e invitándolo a ser protagonista de la construcción de un mundo mejor, más humano, en el despliegue de su ser transformado por su Amor.

Para muchos, esto puede parecer difícil o imposible, pero se trata de mirar la realidad cotidiana y sentirse interpelado por los hechos y situaciones que vivimos todos, saliendo de los encierros voluntarios que nos aíslan de los demás. A partir de allí, permitir que la Palabra escrita, el texto bíblico, vaya ingresando a la cabeza y al corazón, siempre teniendo en cuenta que es Dios quien habla, e intentando descubrir qué quiere decir hoy a nuestras vidas concretas.

Si nuestro espíritu está abierto y disponible a escuchar la suave voz del Espíritu de Dios, es Él quien nos moverá a dar una respuesta, y el diálogo será posible, o ya habrá comenzado.

P. Pepe Ferreyra SVD


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TESTIMONIO DE UNA ESTUDIANTE DE BIBLIA

Tengo 82 años, pasé más de treinta sin poder acercarme a la Biblia y como todos los de mi época que depositaron su confianza en la Virgen y los santos, yo lo hice en el Sagrado Corazón de Jesús y me convertí en Apóstol de la Oración, sin saber durante muchos años bien qué era.
Desde 1992 estudié sobre el Concilio Vaticano II, Puebla y Medellín con el Padre José Gallinger, pero no fue hasta 1999 que comencé a estudiar Biblia.
Descubrí que el Dios del Antiguo Testamento, no era tanto el Dios castigador, sino el Dios que ama y que está cerca de su pueblo, que castiga sus malas acciones, pero que está pronto a ayudarlo cuando lo necesita.
¡Y aquí llega lo mejor!
Este Dios manda a su propio Hijo, para mostrarnos quién es y enseñarnos el camino que debemos seguir. La canción dice: “Danos un corazón grande para amar y un corazón fuerte para luchar”. Ese es el Corazón de Jesús. El nos enseñó que el mal existe, no por obra de Dios, sino por la libertad del ser humano. Dios creó al mundo. El hombre (varón y mujer), y el universo son obra de El, pero respeta la libertad humana y el dinamismo de la naturaleza.
El estudio de la Biblia me enseñó a no buscar un dios milagrero, sino el Dios de la verdad. Un Padre bueno que crea seres libres. Un Padre todopoderoso, que se despoja de su poder a favor de nuestra libertad, pero que está siempre atento al que pide su ayuda. Un Dios que nos pide a nosotros, hacer de este mundo su Reino de Amor, y si lo escuchamos, nos orienta y ayuda, nos alienta, nos impulsa y acompaña y nos invita a asumir plenamente nuestra libertad y responsabilidad.
Jesús, es su embajador, El que nos enseñó a conocerlo, y vaya si lo hizo, hasta dio su .vida para que lo entendiéramos.
En resumen: La conclusión que aprendí, es que no es Dios el que mueve los hilos de estas marionetas, sino que somos nosotros los que tenemos, con su ayuda, que asumir la responsabilidad de hacer de este mundo, y especialmente de nuestra patria, un lugar donde sea hermoso vivir todos juntos, en paz , armonía y solidaridad .
Ojalá que haya podido poner en práctica, un poquito de todo lo que aprendí.

MARTA DONATO, CHOCHI


En febrero de este año, asistí a una consulta médica de rutina y el cardiólogo, sin más, me derivó de inmediato a Unidad coronaria para que me fuera implantado un marcapasos. Esta situación por sí misma y además inesperada me asustó.
Tomé conciencia de mi fragilidad. Y recurrí al Señor con toda mi fe.
Apenas me llevaron a unidad coronaria pedí que un sacerdote me trajera la unción de los enfermos. El sacerdote al entrar, señalando mi corazón, dijo: » Allí está Él. En el lugar donde trabajarán los médicos Él estará”. Luego me administró el sacramento. Nada más. Una paz infinita me invadió. Ya no tuve miedo en esa larga semana de espera hasta que llegó el aparato.
En esos momentos pensé en la posibilidad de mi muerte. Pero se me hizo como parte de la vida, algo que podía pasar y como un medio para ir a la casa del Padre. Quizás había llegado el tiempo de mi Pascua.
Recé incontables rosarios y leía cada vez un capítulo de un pequeño libro “Las Siete Palabras”. Es lo único que me habían permitido tener conmigo en la habitación, Rezaba, leía y meditaba.
Recurrentemente venía a mi memoria una canción que cantábamos en la parroquia:

Por qué no miras lo que hice allá en la Cruz
Cuando hasta el cielo para mí se oscureció
Dije a mi Padre “hágase tu voluntad”
Y amaneció

La Palabra que lunes a lunes leemos y comentamos en el Seminario, me sostenía.
A mi lado estaba el Emanuel.
Y fui al quirófano confiada en Él y sintiendo el amoroso abrazo de su Santa Madre.

A partir de ese episodio cambió mi vida. Lo cotidiano tiene otra dimensión, Hay en mí un antes y un después a partir de este acontecimiento.
Estoy segura que Dios habita en el corazón de cada uno de nosotros. Y doy testimonio de ello cada vez que la ocasión surge.

Un abrazo fraternal en Cristo
Mirta Biondi


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De a poco fui descubriendo que es lo que Dios quiere de mí, cuál es la misión para la que llamó.
Siempre sentí resonar sus palabras en mi corazón. Pero no sabía que venían desde Él.
Me creía ser persona por mis propios conocimientos y experiencias.
Un día, abriendo la Biblia, encontré entre muchas otras, las palabras
“busca y encontrarás, golpea y se abrirá, pide y se te dará”, que yo repetía sin conocer su origen, como un refrán popular.
Y seguía;
“Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre de ustedes que está en el cielo dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! (Mateo 7, 9-11)
Y empecé deleitarme, a conocer, a profundizar, a orar con la Palabra.
Así cada vez más encontré y encuentro el camino, a veces rápidamente, a veces lentamente. Veo la fuerza de la Palabra que nos guía desde siempre, llamándonos aún cuando no somos conscientes de esa voz, esperándonos pacientemente. Cada respuesta nuestra nos abre más posibilidades.
Uno aprende a dar testimonio sencillamente, viviendo en libertad y alegría, y a dar gracias y alabar al Dios Uno y Trino por el amor infinito que tiene por nosotros. Se pueden atravesar los buenos y malos momentos con confianza y entereza. Se pude ayudar a otros compartiendo alegrías y tristezas, haciéndoles descubrir la importancia de saberse amado.

¿Acaso no lo sabes, o no lo has oído?
Yavé es un Dios eterno
que ha creado hasta los extremos del mundo.
No se cansa ni se fatiga y su inteligencia no tiene límites.
El da la fuerza al que está cansado y robustece al que está débil.
Mientras los jóvenes se cansan y se fatigan
y hasta pueden llegar a caerse,
los que en El confían recuperan fuerzas,
y les crecen alas como de águilas.
Correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse. Isaías 40, 28/31

Susana – Septiembre de 2015


 

Pastoral Social

«El hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos concretos» (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 31). Por eso, así como se dice que a la vivencia de la religiosidad popular se la atiende con la pastoral popular, también puede proponerse que a la realidad social, económica y política del pueblo se la sirve y se la evangeliza con la pastoral social.

En un sentido amplio, es todo el pueblo creyente el que vive, con más o menos coherencia, los ecos del Evangelio en lo cotidiano de la vida y transmite sus implicancias en el contexto histórico concreto incluso a través de las experiencias religiosas.
Compartimos experiencias de nuestra Comunidad:
+Aporte de la Pastoral Carcelaria:
El accionar en la unidad 21 del Servicio Penitenciario, cada jueves, nos ha hecho vivenciar testimonios como los que a continuación les relatamos:
“Se llamaba Carlos. Tenía 4 años cuando  fue abandonado por su mamá en una estación de tren. Ella le dijo “Enseguida vuelvo…” pero nunca regresó. Lo criaron “los vagos de la calle” y lo acompañaban los perros de la calle.”
“Era policía, Jorge, y estaba contento de estar pagando su pena. Había matado,” algo muy malo”. El había salido a la calle a trabajar, no estaba bien y se había dedicado a la droga y al alcohol  porque mataron a su novia y no pudo defenderla.”

Y también, hay situaciones esperanzadoras… como la de “Juan, un preso,  que se convirtió profundamente al Catolicismo. Fue recuperado de la droga en el centro de rehabilitación de Devoto. Cuando lo conocimos hacía 7 años que la había dejado”.
En la cárcel aprendió a reparar calzados.
Tuvo una buena terapia y muy, muy de a poco fue recuperando a su familia (que no quería saber más de él). Al salir de la Unidad 21 lo esperaban 16 familiares.
¡Su fuerza fue Jesús!

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Por su parte,Susana B.  Rojas Campos del Equipo de Pastoral del Enfermo nos introduce en la historia de José.
“José  es un chico que hoy tiene 37 años. Hace 8 años que está con rehabilitación. Lo conocí y acompañé en ALPI con otras voluntarias también, pude prepararlo en su catequesis para los Sacramentos.
Tiene muletas que reemplazan sus caderas, sus rodillas, sumado a su visión de un solo ojo y problemas de habla…
Ahora, los invito a conocer el relato de José, un testimonio de vida:
“Era un día cualquiera. Trabajaba en el delivery de la pizzería hasta las 24. Después -como casi todos los viernes- terminaría en el pool con unas cuantas birras de más,  era la previa del fin de semana…
Lo último que recuerdo fue una frenada. Yo por los aires y un gran dolor que continuaría en todo mi cuerpo, después que desperté de estar en coma, un mes…Se sucedieron muchas operaciones! No quería mirarme al espejo, no era yo físicamente…tampoco interiormente sería el mismo!
Allí, conocí al Amor de los Amores: Jesús.
En el médico, me enamoré de Ana, una compañera de rehabilitación en el hospital de día de ALPI que está en silla de ruedas…  Ella me ayudó mucho y nos casamos en 2014.
Después de 8 años, sigo en rehabilitación.
Hoy, como cada día, le ofrezco  a Cristo mi vida, con todo el corazón, esa vida nueva de mi ser interior. ”Gracias Señor porque Tú estás conmigo”.

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